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¿Quién dijo que nos repetimos
como la morcilla matachana? Después de una larga serie de
juergas y desmadres en el Otto, la primera fiesta del nuevo curso
tuvo lugar en un escenario también nuevo: el disco pub Náutico,
a tiro de piedra de nuestra discoteca favorita no hizo falta
GPS para encontrar el sitio, jaja. Una desafortunada coincidencia
con otro evento nos obligó a cambiar de local, una gran
mejora en lo que se refiere a entorno, decoración o glamour
pero con mucho menos espacio para bailar, sentarse o incluso poner
los bolsos, los abrigos y lo que importa de verdad... ¡las copas!
Las fotos que muestran
UN DEDO al pasarles el puntero por encima pueden ampliarse.
Haz CLIC sobre ellas y se abrirán en una nueva ventana.

Dejando aparte el problema del espacio,
la valoración de la fiesta sólo puede ser positiva:
buen rollo generalizado, excelente y variada música
sí, YO soy el disc jockey, ¿qué pasa?,
mucha alegría no enteramente ajena en algunos casos
y casas a la ingesta masiva de determinadas sustancias líquidas
de efectos euforizantes y sobre todo, y como siempre, mucho
baile aunque fuera apretao... que es como lo prefieren muchos,
para que vamos a engañarnos.


Como las imágenes hablan por
si solas y en cada reportaje cuento siempre lo mismo con
apenas unas ligeras variaciones, voy a aprovechar este último
párrafo para explicar un poco porqué en las fiestas no
soy un dechado de alegría bello eufemismo, faux,
contesto las preguntas con monosílabos o gruñidos
y encima bailo cada vez menos. ¡Uf, quizá necesite algo
más que un simple párrafo para todo esto! Bueno, lo primero
y principal: la razón de mi poca sociabilidad y de que
prácticamente no hable es que padezco graves problemas crónicos
de garganta debido a mi profesión. En clase me puedo apañar
gracias al micro, ¡y a que tengo en el bolsillo el mando del volumen
de la música, jaja!, pero en una discoteca o cualquier otro sitio
ruidoso... simplemente no puedo hablar. Me quedaría
sin voz en pocos minutos y lo que es peor, la afonía podría
durarme varios días; un riesgo que no puedo correr dedicándome
a lo que me dedico. Pido disculpas sinceras a todos los que me
saludan, preguntan o cuentan algo y actúo como si vinieran a
pedirme dinero: la única razón de que me muestre
tan poco comunicativo es el dolor de garganta que tengo al poco
de empezar cualquier fiesta, os aseguro que es más que suficiente
para quitarme las ganas siquiera de explicarlo y va a peor según
avanza la noche. Respecto a lo poco que bailo, está bastante
unido a lo otro: a medida que aumenta el dolor disminuyen mis ganas
de bailar... y de cualquier otra cosa. Añadid que en las fiestas,
y más en esta última por ser un sitio nuevo, tengo
que ocuparme de diversas cuestiones técnicas la música,
obviamente, pero también el sonido, las luces, la distribución
de mesas y sillas y que cuando hay poco sitio en la pista prefiero
dejar que bailen los demás, y obtendréis casi siempre
el mismo resultado: bailo bastante al principio para poner en
marcha el invento, lo justo en el medio para que no quede la
pista muerta en determinados bailes y poco o nada al final, cuando
ya tengo la garganta fatal y me escondo en la cabina del disc-jockey
básicamente para protegerla. Mi garganta, no la cabina. Es lo
que hay.





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