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Recuerdo el caso de un alumno que tuve hace años que ponía tal cara de concentración al bailar —con el entrecejo fruncido, contando por lo bajo y sin levantar la vista del suelo, de tal manera que ni veía a su pareja ni mucho menos al resto de bailarines— que siempre me tentaba preguntarle si prefería que quitase el ruido de fondo para que pudiera concentrarse mejor... Naturalmente nunca lo hice temiendo ofenderle o más bien que me contestase: '¿Qué ruido?'

[¡Ja, ja, es broma claro! Yo nunca he tenido un alumno tan malo porque todos mis alumnos bailan fabulosamente gracias a mis fantásticas clases...]
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El fundador de BAILAFACIL y autor de este artículo, faux, dando una clase. Copyright © www.bailafacil.es.

Bromas aparte, es sorprendente la cantidad de bailarines que apenas prestan atención al 'ruido de fondo' cuando están bailando... Y no me refiero sólo a los que van fuera de música por falta de oido, que en el fondo es lo más disculpable. También hay 'fenómenos de la pista' que no pueden evitar montar el número todo el rato y ponen a la chica cabeza abajo o le dan tropecientas mil vueltas triples seguidas aunque lo que esté sonando sea un bolerín y proceda más bien bailar 'en el ladrillo'. Por no hablar de los que tienen la sensibilidad musical en las patillas y bailan el tango al 'estilo Coyote Dax' y el merengue 'a lo Manolete'. Todos ellos me dan siempre la misma impresión: la música más bien les estorba. ¡Estarían mucho más cómodos sin ella!

Y es que, como decía el gran filósofo Obbio, la música no es ajena al baile. ¡Pero hay que poner un poco de atención, hombre! Los ritmos musicales tienen un significado: el bolero nos cuenta una historia de amor desgarrado, todo en el pasodoble nos invita a pensar en una corrida de toros, los ritmos caribeños nos trasladan instantaneamente a sus cálidos paises de origen, el tango es la escenificación de una tragedia; el fox, pura elegancia. ¡Tanta variedad no puede quedar reducida a bailarlo todo de la misma manera!

Yo creo que lo más importante del baile es la música. Cuando bailamos, interpretamos lo que oímos con nuestros movimientos. Si la música es lenta, bailamos quedo; si es rápida, hacemos pasos más dinámicos y desplegamos más energía. De tener suficiente oido y recursos, podemos ajustar nuestros cambios de paso a los cambios de la música e incluso seguir líneas melódicas con nuestros movimientos. Todo esto simplemente improvisando en la pista. A la hora de preparar una coreografía (una sucesión de pasos para ejecutar con una determinada canción) las posibilidades son casi infinitas.

En todo caso, no es mi intención sentar cátedra con estos artículos sino promover debates sobre diversos aspectos del mundo del baile o al menos darlos a conocer. Personalmente, yo le tengo un gran respeto a la música que utilizo para bailar y creo de veras que bailo mucho mejor con una canción que me guste y me parezca 'buena' que con una cualquiera.
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ARTICULO PUBLICADO ORIGINALMENTE EN 2003

COMENTARIO DE MARTA (15/10/07)
<Al leer tu artículo me ha venido a la memoria algo que me ocurrió en el verano del 2006. (...) me apuné a un curso intensivo de un fin de semana. Era monotemático: bachata. Recuerdo que estaba bailando con un chico y de pronto, me dice: "Ufffff, nunca había bailado con nadie a quien se le notase tanto que le gusta la canción que está sonando". Efectivamente, la bachata en cuestión me apasionaba. Y cómo no, lo traduje en mis movimientos. A fin de cuentas, el baile es la forma que tiene cada cual de expresar lo que siente, lo que vive cuando escucha una melodía. Alguien traduce sus propias emociones en sonidos —música— y otro, en diferente lugar, y quizás en otra época, traduce esas mismas emociones, u otras, en movimientos —baile—: interacción casi perfecta, simbiosis eterna de la música y el baile>

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